José P.H. Hernández nació en Hatillo en 1892, en una familia de escasos recursos económicos. Desde que comenzó sus estudios primarios se destacó siendo un estudiante aprovechado. Estudio música bajo la dirección del maestro Tomas Milian. Se destacó en el bombardino lo que le sería de utilidad más adelante. Al graduarse de octavo grado recibió el apoyo de varias personas además de una beca para estudiar en la Escuela Superior Central en San Juan donde recibe también hospedaje gratis. Para costear sus gastos personales ingresa en una orquesta donde toca el bombardino en variadas actividades. A la vez estudia francés, latín, inglés y griego.
Desde que estaba en la secundaria comenzó a escribir versos y composiciones musicales. Uno de sus versos más conocidos es “Ojos Astrales” , madrigal que se inspira en la joven Carmen Sánchez, hija de un farmacéutico dueño de una botica en Hatillo y quien se convertiría en su esposa.
Peache, como le llamaban sus amigos, frecuentaba tertulias literarias en San Juan a las que asistían escritores distinguidos como Luis Llorens Torres, Evaristo Rivera Chevremont y otros poetas de la nueva escuela modernista que cultivaban el estilo neorromantico con temas al amor y a la naturaleza.
Su aspiración era ser médico cirujano y obtiene licencia de cirujano menor pero debido a sus escasos recursos económicos no logra culminar sus aspiraciones. Estudia para presentarse ante la Junta de Farmacia y en 1912 obtiene la licencia de Farmacéutico, profesión que ejerció en una farmacia de su propiedad en Hatillo y luego en Río Grande. En 1918 durante la epidemia de influenza, Peache sustituyó al médico de Río Grande quien fue afectado por la enfermedad.
Sin embargo, su salud se afecta y fue diagnosticado con tuberculosis, enfermedad que va minando sus energías. La muerte de uno de sus hijos y el deterioro de su propia salud se ven reflejados en sus versos que comienzan en adelante a reflejar tristeza y melancolía.
Fuentes: varias
Ojos astrales
Si Dios un día
cegara toda fuente de luz,
el universo se alumbraría
con esos ojos que tienes tú.
Pero si -lleno de agrios enojos
por tal blasfemia- tus lindos ojos
Dios te arrancase,
para que el mundo con la alborada
de tu pupila no se alumbrase;
aunque quisiera, Dios no podría
tender la Noche sobre la Nada….
¡Porque aún el mundo se alumbraría
con el recuerdo de tu mirada!